Un padre, un esposo, un amigo...

                                                                                          

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             L.M M 19 de Marzo de 2015

                                                                                                                                       (Festividad de San José) 

 

 

 

Venerado +José+

 

 

Son las cuatro de la tarde, ciudad de Nazaret, Año I.... Ahí estás José, hijo de Jacob de la descendencia del Rey David, carpintero, hombre trabajador, viril, humilde, honrado, sencillo y obediente a la ley de Dios. Has puesto tus ojos en una bella joven de nombre Miriam que nosotros en español llamamos ¨María¨.

José, eres un chico con grandes sueños y aspiraciones, decidido pactas tu matrimonio según la antigua costumbre judía con tu ¨suegro¨, Joaquim. Tu gran anhelo era compartir tu vida con una mujer a la que deseabas amar, y junto a ella formar una familia. Todos nosotros sabemos lo que queremos hacer con nuestra vida, a pesar de que puede ocurrirnos lo mismo que te sucedió a Ti, es decir, que Dios puede transformar nuestros planes de futuro de tal manera que nos adaptemos a las exigencias de nuestro Creador, ya que Él nos quiere salvar, es decir, sabe lo que nos conviene en cada momento de nuestra vida. Tú, ¨querido José¨ sabes eso mejor que nadie…

 

A ti santo varón, te toco vivir bajo la ley Judía, dentro de una cultura bastante diferente a la mía… En aquél tiempo, las relaciones de noviazgo se prolongaban durante dos años, durante los cuales los hombres habían de forjar sus planes para afrontar el futuro. La mujer tenía que concienciarse de que tenía que servir y obedecer a su futuro marido, y una vez que se unieran como marido y mujer, él tenía poder legal para romper los votos perpetuos que ella le hubiera hecho a Yahveh. Era un ambiente bastante complejo, un tanto hostil para la mujer, el hombre podía despachar (Repudiar) a su mujer luego de casado por casi cualquier cosa (Por no saber cocinar por ejemplo… Hay ¡si esa ley existiera hoy!… mejor no sigo) mientras la mujer no tenía ese derecho, aunque el hombrecito le saliera haragán, mujeriego o trovador… Pero bien…

 

Hubo un día en el que sucedió algo que te descorazonó. Joaquín te explicó seguramente que su hija, ¨tu princesa¨ la causa de tus desvelos estaba embarazada. José, tu sabías perfectamente que el niño que esperaba tu prometida no estaba dentro del compendio del amor que ambos sentían, ya que aún no habían tenido relaciones maritales. Seguramente pensaste que la gente te humillaría apenas se divulgara aquél hecho tan desagradable que te había acontecido.

Vaya, ¡que dilema! Es que en aquellos tiempos como ahora la gente suele ser bastante cruel, el juicio está por delante de la misericordia. El chisme, la difamación, la mentira es el ¨pan de cada día¨ ¡qué triste!... Era comprensible en tu tiempo pues aun Dios no se había manifestado en su plenitud con la venida de Jesús para enseñarnos el mandamiento del amor y enviarnos su Espíritu, ¿pero ahora? en pleno 2015, los seres humanos seguimos mostrando insensibilidad ante nuestros hermanos, poco nos importa el sufrimiento ajeno con tal de zacear el apetito carnal de hacer de nuestra lengua una bomba atómica capaz de destruir cuanto se ponga por delante. . .

José, siento en el alma desahogarme así contigo contándote cosas tan tristes de mi tiempo, pero tú me entiendes, Tú eres testigo de lo que provoca la ausencia de Dios en nuestros corazones…

 

Joven José, me imagino que te habrás interrogado con respecto a lo sucedido con María: "¿Qué haré? Ante este suceso inesperado ¿La denuncio o callo? Si la descubro, no me hago cómplice de adulterio, pero incurro en crueldad, porque me consta que según la ley debe ser apedreada. Si callo, doy mi consentimiento a una acción mala, y participo con los adúlteros. Entonces si callar es malo y descubrir el adulterio es peor, la dejaré libre".

Es inobjetable que tu no querías que su desgracia se difundiera, y amabas demasiado a tu futura esposa como para privarla del derecho a vivir que todos tenemos porque somos personas e hijos de Dios. Es por ello que la Biblia cuando se refiere a Ti esboza que tú eras un hombre ¨Justo¨, algo inusual en las Escrituras. ¡Vaya! Tus acciones lo confirman.

 

José ¿Qué hiciste luego? Veías a María y me quiero imaginar ese cruce de miradas, entre la confianza y el desconcierto, más, estoy seguro que en tu corazón no había espacio para malos sentimientos, José, eres digno de mi admiración.

Cuando estabas dando vueltas a estos pensamientos en tu interior, se te aparece en sueños el ángel del Señor que te dice: ¨José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo¨…

Una luz de lo alto. Nuestro Creador, antes de acabar con tus dudas, quiso probar lo que harías en aquél caso que era tan difícil de resolver en aquél tiempo. En ciertas circunstancias nosotros nos vemos abrumados por nuestros problemas, pero llega el día en que nuestro Padre común nos da la forma de solucionar las cosas que nos preocupan.

José, respondes a esta llamada de una manera libre y responsable, acogiendo a María encinta en tu casa: Despertándote del sueño, hiciste tal como el ángel del Señor te había mandado y tomaste contigo a tu amada esposa.

 

La aventura apenas empieza José, que misión la tuya, en plena juventud, a tus 25 años junto a María embarazada subes desde tu tierra Nazaret, a censarte a la ciudad de Belén, y por azares de la vida llega el momento de dar a luz, ¡vaya! que difícil, un parto lejos de tu pueblo y de tu gente. Pero un hombre valiente y protector como Tú debe ingeniárselas para asistir a aquella joven que el Dios Altísimo te encomendó. No nos defraudaste José, hiciste todo cuanto pudiste, claro está que no siempre se tienen todos los recursos posibles, no siempre se encuentra un hotel cinco estrellas en la diáspora o un hospital de primer mundo para recibir atenciones médicas. Pero los pensamientos de Dios son distintos a los de los hombres y nuestro Creador decidió que su Hijo ¨El Mesías¨ nacería en un pesebre, en un establo, quería enviarnos un mensaje de sencillez y allí en ese humilde lugar vendría al mundo nuestro ¨Salvador¨, porque al igual que hoy, pareciera que no hay espacio para El en nuestra vida.

 

Tomaste al niño en tus brazos, y junto a María huyeron de Herodes cuando este lo quería matar, lo cuidaste con tu vida misma, lo amaste de una manera excepcional. Estuviste en su presentación en el templo, escuchaste sus primeras palabras, le enseñaste a lavarse las manos y orar antes de comer, lo instruiste en el arte de la carpintería, seguro jugaste a las carreritas hasta el cansancio mientras María gozaba de ver tan tierna escena, viviste la angustia de su perdida en Jerusalén cuando a sus 12 años subió allá junto a Ti y María. ¡Vaya! Que misión tan hermosa la que tuviste. El responsable de amar, educar y proteger a nuestro redentor no podía haber sido otro que Tu.

 

Y algo muy llamativo: ¡fuiste tan silencioso! pero es que, no se necesita decir mucho cuando tus acciones hablan por sí solas, hablabas con tus buenas obras, con tus gestos, con tu corazón de padre. Qué bonito seria que ahora nosotros en pleno siglo XXI tomásemos un poquito de tu ejemplo.

Es que ahora podemos apreciar lo feliz que se puede llegar a ser cuando nos dejamos guiar por Dios, disfrutar plenamente, cada minuto, cada instante tan cerca de Jesús y un día morir en sus brazos tal como Tú.

 

En este día soleado de 2015, cuando la definición de ¨Hombre¨ esta tan devaluada, cuando existen tantos niños sin un padre que les brinde cariño, y cuando ser hombre es sinónimo de promiscuidad… Es un buen momento para echar un vistazo veinte siglos atrás, tiempo en el cual vivió el padre, esposo y amigo sobre el cual el Creador de todo lo que existe fijó su mirada, y le designo la más grande tarea que un hombre pudo tener: ser el protector del Hijo de Dios.

 

Ahora, aquel José, el carpintero de Nazaret, el señor de barba que aparece en el retrato que cuelga en la pared de mi habitación, que desde aquí te recuerdo y que ahora estas gozando de las alegrías eternas, me acojo a tu intersección, ahora ya no te llamo ¨José¨ a secas, ni me atrevería a tutearte, ahora eres ¨San José¨ porque viviste la Santidad en su plenitud y con la ayuda de Dios deseo parecerme ¨aunque sea un poquito¨ a Ti…

 

                                                       

 

atte. Su devoto: Marlon Díaz

 

 

 

 

 

                                                                 Alabado sea Jesucristo: Por siempre sea alabado